Más acerca de mi…
Llegué a Suiza con 24 años de edad animada por una tía que vivía allá, quien me incentivaba continuamente a que la visitara. Mi mente inquieta me pedía ver el mundo y accedí. Pero la sociedad allá era muy cerrada, así que mis metas no tenían buena perspectiva.
Me mudé a Panamá porque mi visa americana había sido negada por tercera vez. Mi objetivo desde que tenía 12 años había sido venirme a este país. Viví 5 años en el país centroamericano, hasta que en el año 2000 se abrió la puerta y me vine a los Estados Unidos.
Recién llegada, fui empleada de una tienda por departamentos en el turno nocturno desde las 10:00 de la noche hasta las 6:00 de la mañana. Mi última hija, Natalia, estaba recién nacida.
Cuando tuve mis papeles en regla, decidí continuar mis estudios sobre seguros. Corría el año 2003. Obtuve mi licencia, primero para la Florida y luego en Georgia. A este país llegué estando casada y tres años después salió mi divorcio. Seguí sola, sumando más licencias y dando un perfil más comunitario y educativo para la gente.
¿Cómo llegué a conocer al Señor?
El Señor llegó a mi vida cuando tenía 7 años. Pero aceptarlo sucedió a mis 40 cuando decidí congregarme. Empecé a conocerlo, experimentarlo, formarme, estudiarlo. No es lo mismo leer sola la Palabra, que hacerlo con guías espirituales y hermanos en la fe. En el roce de la comunidad es donde se forja el carácter, se liman las asperezas.
Dios a través de su palabra me ha ido instruyendo sobre qué cosas tenía que dejar, y cuáles mejorar. Cuando se deja a un lado lo que no edifica, entra lo que edifica. Si no limpiamos el corazón de la estructura vieja, el vino nuevo de Dios (su mensaje, la revelación fresca), no produce nada.
Crecer en Dios es tarea que no termina. La revelación es infinita, siempre hay algo nuevo. Incluso en las generaciones. El proceso de restauración es continuo, si uno deja que así suceda.
Algo que aprendí
Una de las cosas que acostumbro hacer desde hace tiempo, es compartir con mis hijos lo que Dios ha hecho en mi vida. El testimonio debe ser contado en casa. Hay hijos que no valoran lo que sus padres hacen por ellos, porque nunca les han contado la historia de sus sacrificios. Los hijos deben saberlo para que valoren y empiecen a tener un corazón agradecido con lo que ven, para que luego lo tengan con lo que no ven: Dios. Honrar a sus padres, trae bendición a sus vidas.
José, mi esposo desde el año 2018, también me lleva al Señor. El que viene al matrimonio a solo ser feliz, está equivocado. Es una institución donde Dios nos educa, nos forma, pero hay que estar dispuestos a aceptar al otro, ser un complemento y ser compasivas.